12 de enero de 2012

Deshaciendo un nudo

Hacía meses que no quedaba con una de mis mejores amigas de la infancia, Olga. Quiero decir a solas. Y cuando digo meses, quiero decir años. Cuando éramos jóvenes hablábamos a menudo, nos contábamos nuestros problemas. Principalmente los amorosos. Aunque la idea que recuerdo es la de ella contándome los suyos y yo escuchando, supongo porque por aquel entonces no tenía demasiado que contar: ella es 3 años mayor que yo y a mis 16 (creo que era mi edad... el paso de una década nubla la memoria) no había experimentado muchas cosas en el amor. Me gustaba mucho estar con ella. Me gustaba ir a su casa. Y aunque el primer motivo de pasar horas hablando con ella fuera ella misma, estaba su hermana.

Desde pequeño, desde que nos conocimos cerca de los 7 años estuve enamorado de ella. Y me gustaba ir a su casa también por si por alguna casualidad me encontraba con la hermana pequeña. Lo intenté de todas las formas posibles, pero nada. Totalmente inaccesible para mí. Ella buscaba otro tipo de chico.

La cuestión es que llevaba tiempo queriendo hablar con alguien. Alguien que me conociera y a quien poder contarle mis inquietudes, explicarle como me siento sin tapujos. Alguien que no fuera la psicóloga con la que ahora ya llevo 2 sesiones. Alguien que me ofrezca la atención necesaria y que a la vez me interese lo que pueda pensar de mí. Alguien a quien pudiera contarle, entre otras muchas cosas, lo mucho que me molestó lo que me dijo mi última ex-novia hace 3 días acerca de la chica con la que estoy viéndome últimamente. Y realmente disfruté de su compañía. Acordando, como es de costumbre en todas las historias que se cuentan de reencuentros en libros y películas, volver a rememorar estas citas. Espero que la próxima sea pronto...

No suelen afectarme las opiniones de los demás, pero mi ex es una chica a la que realmente aprecio y que me dijera que no le gustaba mi nueva "amiga", que le caía muy mal, me sentó muy mal. Tanto que alguna lágrima estuvo a punto de desprenderse de mis ojos al salir del restaurante donde estábamos comiendo. Nadie se imagina el nudo que contuve durante más de 2 minutos en el interior de mi estómago intentando reprimir cualquier expresión corporal hasta que conseguí llegar a la calle.

Hoy es su cumpleaños y me cuesta horrores felicitarla. Sé que no es nada grave lo que ha hecho, pero no me sale. Me cuesta mostrar afecto en momentos en los que mi corazón se niega. Y aunque mi cabeza diga que lo más políticamente correcto sea felicitar por facebook como hace cualquier persona que vive en esta época y pasar el momento, ni eso puedo. Me parecería falso. No me gustaría que nadie me felicitase a mí en las mismas circunstancias.

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